Las y los chilenos ven con sorpresa como políticos y empresarios reconocidos y con trayectoria comentan una situación generalizada de corrupción de las elites. Es muy extraño escuchar a algunos de estos directivos hablar como si ellos no tuviesen ninguna responsabilidad. ¿Como se les va a creer que quieran cambiar algo si no aceptan sus propias responsabilidades en las maneras en que se hace política y negocios –a menudo mezclados- en la actualidad? Apenas las asumen como errores involuntarios. Un paso al lado es lo único respetable.
I.- LOS EMPRESARIOS EN LA MIRA: DE COMPLICES PASIVOS A INCULPADOS. Rafal Urriola U.
En 1973 había prácticamente la certeza que las convicciones más profundas para hacer un Golpe de Estado provenían de un empresariado que temía perder su patrimonio privilegiado en la economía chilena. Todos los trasfondos ideológicos en fin de cuentas se remitían a que se atentaba contra un irrenunciable
derecho a mantener la propiedad de la mayor parte de la riqueza tal como se mantiene hasta nuestros días.
Este sector tuvo como personaje símbolo al Presidente de El Mercurio, Agustín Edwards, quien alineó a todos los grandes empresarios -en funciones o momentáneamente “suspendidos”- por el avance de las tomas de fábricas y latifundios que ocurrió entre 1970 y 1973.
Que quede muy claro que las sospechas de contubernio y tráfico de influencias no nacen de que alguien trabaje en una empresa sino que después, antes, o durante el ejercicio de puestos públicos relevantes se le entreguen puestos de confianza en altos directorios de las empresas. Cuesta saber si los unos o los otros deben poner en alguna parte la tradicional inscripción “gracias por favores concedidos”.
El Grupo Penta acaba de devolver 4.900 millones de pesos “por el daño causado al Fisco” y a todos los chilenos porque uno de los mecanismos usados permitía reducir el pago de impuestos dedicando dineros a sus acólitos en la política. Como le explicamos a
la sociedad que ellos (empresarios) “pagan” un delito apenas devolviendo lo robado. ¿Si alguien asalta un cajero automático debiese bastar con que devuelva el dinero si lo pillan?
Y claro, ellos financian a honorables diputados y senadores que hacen las leyes para que los castigos sean completamente diferentes según el tipo de delito. Ellos
saben que sus delitos son de otro estilo y que surgen desde el poder y esos no pueden ser considerados como los otros. Una vergüenza más del poder. La ambición por el poder es la madre de todas las desigualdades que están indignando a nuestra sociedad.
No es la política, ni las instituciones ni la democracia lo que indigna, sino aquellas personas que no tienen ética para respetarlas. Ciertamente, con el ánimo de salir una vez más ilesos y campantes, hay quienes confunden el castigo a sus propios errores y delitos con la supervivencia de la estabilidad democrática.
En este contexto, Chile está abriendo un nuevo ciclo en que tendrán que venir nuevas generaciones, otros dirigentes y sobre todo una convicción profunda y ética de la política.
II.- POR QUÉ DUELE TANTO EL CASO DÁVALOS. por Patricia Politzer. El Mostrador
El enriquecimiento rápido de la pareja Dávalos-Compagnon –“en una pasada”, como dicen los que saben de jerga especulativa– es un golpe al corazón de quienes creen que existe otra forma de convivencia entre los seres humanos, en la que no prima la ambición desatada, la competencia y el dinero fácil. Es un mazazo en la cabeza de quienes votaron por Michelle Bachelet para que liderara una transformación política, económica y social destinada a construir un país más justo y equitativo. Los Dávalos-Compagnon representan precisamente aquello que la Presidenta prometió suprimir de la sociedad chilena.
Esos 2.500 millones de pesos que ganaron en unas cuantas semanas constituyen una cifra imposible de soñar para el 95 por ciento de los chilenos. Una persona que gana dos millones al mes (es decir, un excelente sueldo) tendría que trabajar más de cien años para recibir esa cifra, ¡no para ahorrarla en su cuenta bancaria! Cuesta imaginar cómo puede disminuirse la brecha de la desigualdad cuando algunos obtienen esas cifran en un abrir y cerrar de ojos, mientras la inmensa mayoría de los trabajadores termina su vida laboral con pensiones que no alcanzan para llegar a fin de mes.
¿Qué méritos tiene esta pareja para conseguir una ganancia de tal magnitud? No se les conoce una trayectoria relevante en lo profesional, ni en lo empresarial, ni en lo académico. Como lo señaló esta semana el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en su columna de The New York Times: “El incremento de la desigualdad no se debe a la educación sino al poder”. Por cierto, Krugman no desprecia la educación, pero –tal como queda en evidencia en este caso– advierte que en materia de desigualdad, más que los grados y títulos, la clave está en el poder para influir en la toma de decisiones.
Es un mazazo en la cabeza de quienes votaron por Michelle Bachelet para que liderara una transformación política, económica y social destinada a construir un país más justo y equitativo. Los Dávalos-Compagnon representan precisamente aquello que la Presidenta prometió suprimir de la sociedad chilena.
Esto no fue un emprendimiento en el que una idea genial, a lo Bill Gates o Steve Jobs, se convierte en una mina de oro. Tampoco se trató de una importante inversión que dio trabajo a otros, construyó una obra provechosa y, finalmente, entregó sus frutos a quienes arriesgaron su capital. En esta operación sólo hubo préstamos y recaudación impropios, sean o no legales.
Más aún, los negocios de esta naturaleza son los que crean las llamadas “burbujas” inmobiliarias. Son los que van subiendo los precios que finalmente obligan a los compradores de una vivienda de clase media a endeudarse en cifras astronómicas que pagan durante toda la vida. Transacciones como estas son las que han tenido a la economía mundial al borde del precipicio. En septiembre de 2008, ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Michelle Bachelet sostenía al respecto que: “La codicia y la irresponsabilidad de unos pocos, unidas a la desidia política de otros tantos, han arrastrado al mundo a una situación de gran incertidumbre”. No cabe duda que ella no comparte estas acciones.
Y lo reiteró en sus declaraciones del lunes pasado al señalar que su Gobierno “no tiene un discurso de igualdad sino una práctica de trabajar por la igualdad de oportunidades”, para luego detallar las reformas que está llevando adelante en esa dirección. Sostuvo que, como Presidenta, su compromiso “es con el anhelo de las grandes mayorías, de vivir en un país donde no existan privilegios, en que las oportunidades estén disponibles para todos por igual, y que la ley la respetemos todos”.
¡Qué difícil debe haber sido pronunciar estas palabras en medio de un escándalo marcado por el beneficio impúdico de ventajas que sólo se le concedieron a su hijo por tener esa condición!
Sin duda la Presidenta ha vivido momentos “difíciles y dolorosos”, como ella misma lo expresó. Y es que el caso Dávalos apunta también a la distancia y la incomprensión de su hijo hacia su rol como Presidenta de la República y –quizás más triste todavía– hacia su trayectoria política y profesional, su historia personal y el sufrimiento familiar producto de sus convicciones.
Vendrán meses duros para Michelle Bachelet. Como Presidenta tendrá que encarar el desencanto y el enojo de su pueblo para tratar de recuperar su credibilidad y popularidad. Probablemente no bastará con la reforma educacional, habrá que encarar con decisión los desequilibrios de poder. Como madre…, imposible saber cuán delicada y compleja es la vida puertas adentro.
Que verguenza,no cabria mas que renunciar,aunque no fue ella,pero las juntas son claras,corrompen,si andas con fachos ,nada bueno pude resultar